Víctima de las circunstancias

 Querida amiga, querido amigo,


Cuántas veces nos complicamos la vida por inercia, por no querer cuestionar la lógica o el sentido de lo que vivimos, porque asumimos que lo que es, es lo que es, y no se puede cambiar.


En relación con esto que te explico se me ocurre una pequeña fábula. Va sobre tres personajes que creían ser algo que no eran y que se complicaron la vida porque asumieron como ciertas algunas verdades que los llevaron a comportarse, como a muchos de nosotros nos puede pasar o haber pasado, de una manera un tanto absurda... 


La historia dice así: 


Érase una vez Caperucita, su abuelita y el lobo feroz. Un día, al ver que las cosas no iban del todo bien, que llevaban unas vidas un tanto ajetreadas y complicadas, y, sobre todo, que estaban cansados de vivir siempre el mismo cuento, decidieron hacer una buena terapia. Al cabo de unos meses de trabajo terapéutico... 


... Caperucita decidió dejar de hablar con lobos seductores, manipuladores y mentirosos que la engañaban y la hacían andar más de la cuenta por caminos largos y complicados, para finalmente, devorarla. 


... La abuelita decidió dejar de abrir la puerta a lobos que se hacían pasar por tiernas niñas, aunque muy peludas y con la voz muy ronca. Decidió, además, dejar de vivir en una casa aislada en medio del bosque y se compró un pisito en la ciudad. También aprendió a comprar on-line con entrega a domicilio, a fin de evitar que su nieta tuviese que llevarle provisiones atravesando un bosque lleno de lobos mentirosos y peligrosos. Porque la abuelita, gracias a la buena fe de su hija y su nieta, había ido ahorrando con el tiempo dinero de sobras para pagarse el pisito y la asistenta. 


... Y el lobo feroz decidió dejar de disfrazarse de abuelita y de meterse en camas ajenas para cazar. Vio que era más fácil cazar conejos en el bosque que complicarse la vida engañando a niñas y abuelas usando disfraces... Es decir, decidió ser un lobo de verdad, un lobo auténtico. 


Y colorín colorado, el cuento se ha acabado... ¡Definitivamente!


Para descanso y felicidad de sus tres protagonistas. 


Moraleja: quizá para empezar a ser felices de verdad lo que toca es empezar a ser sinceros con nosotros mismos para vernos tal cual somos, pedir ayuda si la necesitamos y, en definitiva... 


¡Dejarnos de cuentos!


Marcel Proust, magnífico escritor, dijo en cierta ocasión: «Nada ha cambiado, solo yo he cambiado; por lo tanto, todo ha cambiado». 


Creo que no hay mejor inversión que aquella que recae en nosotros mismos y que tiene como propósito que nos reconozcamos como responsables de nuestras vidas en lugar de como víctimas de las circunstancias. 


Cordial saludo

Apóstol del servicio.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

Visita de María Corina

Carta a Yulimar Rojas

7¿QUIEN APLUDE A CLAUDIA LÓPEZ?